They live (Están vivos John
Carpenter 1988)
Género: Ciencia Ficción,
Terror
Temática: Invasión, Adaptación Relato, Extraterrestres, Humor
Negro
País: Estados Unidos
Duración: 94 Minutos
Año: 1988
Director: John Carpenter
Guión: John Carpenter, Ray Nelson
Intérpretes: George Buck Flower, Keith David, Meg Foster, Peter
Jason, Roddy Piper, Sy Richardson
Productor: Larry J. Franco, Sandy King
Música: Alan Howarth, John
Carpenter
Fotografía: Gary K. Kibbe
Montaje: Frank E. Jimenez, Gib Jaffe
Sinopsis:
Un solitario desempleado descubre que su sociedad está siendo
dominada por una raza superior de alienígenas, que se disfrazan de seres
humanos y planean ampliar su supremacía en la galaxia...
Basada en un relato corto de Ray Nelson (Eight o’Clock in the
Morning; a las 8 de la mañana) y clasificada de "terror", Carpenter
adapta la historia a este film donde unos alienígenas intentar dominarnos y
exclavizarnos.
La peli empieza bien creando la historia del protagonista y su
secundario, el encuentro de las gafas, y lo que conlleva la dura realidad, pero
luego se desarrolla muy rápido. Alguna escena demasiado larga, los efectos
decentes, la verdad que no es una de las mejores de este director pero si un
clásico ya que divierte y entretiene. Esto es lo primero que puse y creo que me pasé bastante con todo aunque no me quito razón, pero al verla más veces me he dado cuenta de que es mucho mejor. con buenas actuaciones y escenas inolvidables como las antes mencionadas. Le doy un 7 porque cada vez que la veo me gusta más.
Como no me sale pal video os pongo esto:
'Estan Vivos (They Live)' Pelcula de John Carpenter. de 1988
https://www.youtube.com/watch?v=KlbXt1YrB9Y
Y por si alguien le interesa cuelgo el texto o relato corto en el que se basó la peli o de donde cogieron la idea:
Al final del
espectáculo, el hipnotizador les dijo a los hipnotizados : “Despertad”.
Algo
extraordinario sucedió.
Uno de los
hipnotizados despertó del todo. Esto nunca había sucedido antes. Su nombre era
George Nada y parpadeó entre el mar de caras en el teatro, al principio sin ser
consciente de nada fuera de lo habitual. Entonces observó, moteadas aquí y allá
en la multitud, las caras no humanas, las caras de los fascinadores. Habían
estado allí todo el tiempo, claro, pero sólo George estaba realmente despierto,
así sólo George les reconoció por lo que eran. Lo entendió todo en un instante,
incluyendo el hecho de que si él iba a dar alguna señal al exterior, los
fascinadores inmediatamente le ordenarían regresar a su estado anterior, y él
obedecería.
Dejó el teatro,
saliendo afuera, a la noche de neón, evitando cuidadosamente cualquier
indicación de que veía la carne verde y reptiliana o los múltiples ojos
amarillos de los dominadores de la Tierra. Uno de ellos le preguntó: “¿Tienes
fuego, socio?”. George le dió fuego, y luego siguió su camino.
De vez en cuando,
a lo largo de la calle George veía los carteles colgantes con fotografías de
los múltiples ojos de los fascinadores y varias órdenes impresas bajo ellos,
tales como, “trabaja ocho horas, juega ocho horas, duerme ocho horas”
y “cásate y reprodúcete”. Un TV en la ventana de una tienda captó el
ojo de George, pero él miraba aparte, a la señal de la hora. Cuando no miraba
al fascinador en la pantalla, podía resistir la orden, “sigue sintonizado
esta emisora”.
George vivía solo
en una pequeña pensión, y tan pronto como llegó a casa, lo primero que hizo fue
desenchufar el TV. Aunque podía oír en otras habitaciones los TV de sus
vecinos. La mayoría del tiempo las voces eran humanas, pero de vez en cuando
oía los arrogantes graznidos extraños como de pájaro, de los extraterrestres. “Obedece
al gobierno”, decía un graznido. “Somos el gobierno”, decía otro.
“Somos tus amigos, tu harías cualquier cosa por un amigo, ¿no?”.
“¡Obedece!”
“¡Trabaja!”
Repentinamente
sonó el teléfono.
George cogió el
teléfono. Era uno de los fascinadores.
- “Hola”,
graznó. “Soy su control, el Jefe de policía Robinson. Usted es un hombre
viejo, George Nada. Mañana por la mañana a las ocho en punto, su corazón se
parará. Por favor repita”.
- “Soy un hombre viejo”, dijo George. “Mañana por la mañana a las ocho en punto, mi corazón se parará”.
- “Soy un hombre viejo”, dijo George. “Mañana por la mañana a las ocho en punto, mi corazón se parará”.
El control colgó.
“No, no lo
hará”, murmuró George. Se
preguntó porqué le querían muerto. ¿Sospechaban que estaba despierto?.
Probablemente. Alguien podría haberlo notado, haber observado que no respondía
de la misma manera que los demás. Si George estaba vivo un minuto después de
las ocho del día de mañana por la mañana, entonces ellos lo sabrían seguro.
“Es absurdo
esperar aquí el fin”,
pensó.
Salió fuera de
nuevo. Los carteles, la TV,
las ocasionales órdenes de los extraterrestres que aparecían no parecían tener
una fuerza absoluta sobre él, aunque todavía se sentía fuertemente tentado a
obedecer, a ver las cosas de la manera que su amo quería que las viera. Pasó un
callejón y se paró. Uno de los extraterrestres estaba solo allí, apoyado en la
pared. George caminó hacia él.
“Sigue tu
camino”, gruñó la cosa,
enfocando sus letales ojos en George.
George sintió
vacilar su autodominio. Por un momento, la cabeza reptiliana se disolvió dentro
de la cara de un amable viejo borracho. Por supuesto, el borracho era amable.
George cogió un ladrillo y lo estrelló contra la cabeza del viejo borracho con
toda su fuerza. Por un momento, la imagen se emborronó, luego la sangre
azul-verdosa salió de la cara y el lagarto cayó, encogiéndose y retorciéndose.
Un momento después estaba muerto.
George arrastró el
cuerpo dentro de las sombras y lo tanteó. Había una pequeña radio en su
bolsillo y un cuchillo curiosamente tallado y un tenedor en otro. La pequeña
radio decía algo en un idioma incomprensible. George la puso al lado del
cuerpo, pero se quedó con los utensilios de comer.
“Posiblemente
no pueda escapar”, pensó
George. “¿Por qué combatirlos?”
Pero quizá él
podía. ¿Qué si él podía despertar a otros? Podría valer la pena intentarlo.
Caminó doce manzanas hacia el apartamento de su novia, Lil, y llamó a la
puerta. Ella salió a la puerta en albornoz.
- “Quiero que
despiertes”, dijo él.
- “Estoy despierta”, dijo ella. “Venga entra”.
- “Estoy despierta”, dijo ella. “Venga entra”.
Él entró. El TV
estaba funcionando. Él lo apagó.
- “No”,
dijo él. “Quiero que despiertes de verdad”. Ella le miró sin entender,
así que él chasqueó los dedos y gritó, “¡Despierta!. ¡Los amos te ordenan
que despiertes!”
- “¿Estás majareta, George?” preguntó ella suspicazmente. “Estás comportándote realmente raro”. Él la abofeteó. “¡Lárgate!” gritó ella, “¿Qué demonios pretendes?”.
- “Nada”, dijo George, vencido. “Solamente estaba bromeando”.
- “¡Abofetearme no fue bromear!” gritó ella.
- “¿Estás majareta, George?” preguntó ella suspicazmente. “Estás comportándote realmente raro”. Él la abofeteó. “¡Lárgate!” gritó ella, “¿Qué demonios pretendes?”.
- “Nada”, dijo George, vencido. “Solamente estaba bromeando”.
- “¡Abofetearme no fue bromear!” gritó ella.
Alguien llamó a la
puerta. George la abrió. Era uno de los extraterrestres.
“¿No pueden
bajar el ruido al de un grito débil?”, dijo.
Los ojos y la
carne reptiliana se desvanecieron un poco y George vió la vacilante imagen de
un hombre gordo de edad media en mangas de camisa. Todavía era un hombre cuando
George le cortó el cuello con su cuchillo de cocina, pero era un extraterrestre
antes de caer al suelo. Le arrastró dentro del apartamento y cerró la puerta de
una patada.
- “¿Qué ves
allí?” le preguntó a Lil, señalando a la cosa-serpiente de muchos ojos en
el suelo.
- “Señor…Señor Coney”, susurró ella, con los ojos muy abiertos por el horror. “Tú… le has matado, como si no tuviera importancia en absoluto”.
- “No grites”, avisó George, avanzando hacia ella.
- “No lo haré George. Juro que no lo haré, sólo por favor, por el amor de Dios, suelta ese cuchillo”. Ella retrocedió hasta que sus hombros presionaron la pared.
- “Señor…Señor Coney”, susurró ella, con los ojos muy abiertos por el horror. “Tú… le has matado, como si no tuviera importancia en absoluto”.
- “No grites”, avisó George, avanzando hacia ella.
- “No lo haré George. Juro que no lo haré, sólo por favor, por el amor de Dios, suelta ese cuchillo”. Ella retrocedió hasta que sus hombros presionaron la pared.
George vió que era
inútil.
- “Voy a
atarte”, dijo George. “Primero dime en qué habitación vivía el señor
Coney”.
- “La primera puerta a tu izquierda según vas hacia las escaleras”, dijo ella. “Georgie… Georgie. No me tortures. Si vas a matarme, hazlo limpiamente. Por favor, Georgie, por favor”.
- “La primera puerta a tu izquierda según vas hacia las escaleras”, dijo ella. “Georgie… Georgie. No me tortures. Si vas a matarme, hazlo limpiamente. Por favor, Georgie, por favor”.
La ató con las
sábanas de la cama y la amordazó, luego buscó el cuerpo del fascinador. Allí
había otra de las pequeñas radios que hablaban un idioma extranjero, otro
conjunto de utensilios de comer, y nada más.
George fue a la
puerta de al lado. Cuando llamó, una de las cosas-serpiente respondió:
- “¿Quién es?”.
- “Amigo del Señor Coney. Quiero verle”, dijo George.
- “Salió durante un segundo, pero regresará”. La puerta se abrió con un crujido, y cuatro ojos amarillos se asomaron. “¿Quiere entrar y esperar?”
- “Vale” , dijo George, no mirando a los ojos.
- “¿Estás solo aquí?” preguntó él mientras ese ser cerraba la puerta, dándole la espalda a George.
- “Sí, ¿por qué?”
- “Amigo del Señor Coney. Quiero verle”, dijo George.
- “Salió durante un segundo, pero regresará”. La puerta se abrió con un crujido, y cuatro ojos amarillos se asomaron. “¿Quiere entrar y esperar?”
- “Vale” , dijo George, no mirando a los ojos.
- “¿Estás solo aquí?” preguntó él mientras ese ser cerraba la puerta, dándole la espalda a George.
- “Sí, ¿por qué?”
Él le cortó la
garganta desde atrás, luego buscó por el apartamento. Encontró huesos y
calaveras humanas, una mano medio comida. Encontró depósitos con unas enormes y
gordas babosas flotando en ellos.
“Las crías”, pensó, y las mató a todas.
Había armas
también, de un tipo que nunca había visto antes. Descargó una accidentalmente,
pero afortunadamente no hacía ruído. Parecía disparar pequeños dardos
envenenados. Se guardó en el bolsillo el arma y tantas cajas de dardos como
pudo y volvió a la casa de Lil. Cuando ella le vió, se retorció de terror.
“Relájate,
cariño” dijo él, abriendo
su bolso. “Sólo quiero tomarte prestadas las llaves de tu coche”.
Cogió las llaves y
bajó por las escaleras a la calle. Su coche estaba todavía aparcado en la misma
área general en la que ella siempre lo aparcaba. Lo reconoció por la abolladura
en el guardabarros de la derecha. Entró, arrancó, y comenzó a conducir sin
rumbo fijo. Condujo durante horas, pensando desesperadamente buscando alguna
salida. Encendió la radio del coche para ver si podía encontrar algo de música,
pero no había nada excepto noticias y eran todas sobre él, George Nada, el
maníaco homicida. El locutor era uno de los amos, pero sonaba un poco
atemorizado. ¿Por qué debería estarlo? ¿Qué podía un hombre hacer?.
George no estaba
sorprendido cuando vió el control en la carretera, y paró en una calle lateral
antes de llegar. Ningún viajecito a la trena para ti, Georgie tío, se dijo a sí
mismo.
Ellos habían
descubierto lo que había hecho en la casa de Lil, así que estarían
probablemente buscando el coche de Lil. Lo aparcó en un callejón y tomó el
metro. No había extraterrestres en el metro, por algún motivo. Quizá tenían
demasiada clase para tales cosas, o quizá era sólo porque era tan tarde de
noche.
Cuando finalmente
uno montó, George salió. Salió a la calle y fue a un bar. Uno de los
fascinadores estaba en la TV,
diciendo una y otra vez, “somos vuestros amigos. Somos vuestros amigos.
Somos vuestros amigos”. El estúpido lagarto sonaba atemorizado. ¿Por qué?.
¿Qué podía un hombre hacer contra todos ellos?.
George pidió una
cerveza, entonces repentinamente le impactó la idea de que el fascinador en el
TV no parecía tener ya ninguna fuerza sobre él. Lo miró de nuevo y pensó, “tiene
que creer que puede dominarme para hacerlo. La más ligera señal de miedo de su
parte y la fuerza de hipnotizarme se ha perdido”. Ellos mostraron la foto
de George en la pantalla del TV y George se retiró a la cabina telefónica.
Llamó a su control, el jefe de policía.
- “Hola,
¿Robinson?” preguntó él.
- “Al habla”.
- “Soy George Nada. He descubierto cómo despertar a la gente”.
- “¿Qué? George, no cuelgue. ¿Dónde está?” Robinson sonaba casi histérico.
- “Al habla”.
- “Soy George Nada. He descubierto cómo despertar a la gente”.
- “¿Qué? George, no cuelgue. ¿Dónde está?” Robinson sonaba casi histérico.
Colgó, pagó y dejó
el bar. Probablemente rastrearían su llamada. Cogió otro metro y fue al centro
de la ciudad. Estaba amaneciendo cuando entró en el edificio más grande de los
estudios de TV de la ciudad. Consultó al portero del edificio y luego subió en
el ascensor. El policía delante del estudio le reconoció. “¡Eh, usted es
Nada!” masculló.
A George no le
gustó dispararle con el arma de dardos envenenados, pero tenía que hacerlo.
Tuvo que matar a varios más antes de entrar en el estudio, incluyendo todos los
técnicos que había. Había un montón de sirenas de la policía fuera, gritos
excitados, y pasos que corrían por las escaleras. El extraterrestre estaba
sentado delante de la cámara de TV diciendo: “Somos vuestros amigos. Somos
vuestros amigos”, y no vió a George entrar. Cuando George le disparó con
el arma de agujas, él simplemente se paró a mitad de frase y se quedó sentado
allí, muerto. George se quedó cerca de él y dijo, imitando el graznido del
extraterrestre, “¡Despertad. Despertad. Miradnos como lo que somos y
matadnos!”.
Fue la voz de
George la que la ciudad oyó esa mañana, pero fue la imagen del fascinador, y la
ciudad despertó por primera vez y la guerra comenzó. George no vivió para ver
la victoria que finalmente llegó. Murió de un ataque al corazón exactamente a
las ocho en punto.
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