viernes, 12 de septiembre de 2014

Gacy, El Payaso Asesino










Gacy, El Payaso Asesino

Género: Thriller, Terror

Temática: Payasos, Terror Homosexual, Basada en hechos reales, Asesinos en Serie, Violencia, Bizarro, Muerte, Psicopatía

País: Estados Unidos

Duración: 88 Minutos

Año: 2003

Director: Clive Saunders

Guión: Clive Saunders, David Birke

Intérpretes: Adam Baldwin, Charlie Weber, Mark Holton, Tom Waldman

Productor: Larry Rattner, Tim Swain

Música: Kevin Kiner, Mark Fontana

Fotografía: Kristian Bernier

Montaje: Chryss Terry, Jeff Orgill


Sinopsis:

John Wayne Gacy es un ciudadano modelo. Padre de familia y empresario, incluso se disfrazaba de payaso para divertir a los niños del hospital local. Pero había algo terrible que su vecindario desconocía. Las pistas sobre varios chicos desaparecidos condujo a la policía hasta la vivienda de Gacy en Chicago y todo el país asistió horrorizado a un impresionante descubrimiento. Todos los detalles de los más de 30 asesinatos se iban exponiendo a la luz pública a la vez que las víctimas iban siendo descubiertas enterrados bajo su propia casa.


Coñazo de película, donde todo se hace eterno, la vida de un asesino en serie que mató a unas cuantas personas, un depravado sexual enfermizo, que por traumas termina con la vida de ciertas personas, desde el comienzo sabes lo que vas a ver y no decepciona, porque sabiendo que es mala, lo llevas mejor, un film que en tono general se parece mucho a las tv movies de serie b que dan mucho pero sin ofrecer nada, y algo raro para terminar no la recmomiendo, solo si te interesan los asesinos en serie.
Un 4 y demasiado bueno.


Abajo el artículo de nuestra web amiga: http://www.asesinos-en-serie.com/john-wayne-gacy-el-payaso-asesino/




 El lector que a partir de ahora va a adentrarse en la historia real de John Wayne Gacy descubrirá que el mal humano se esconde en lugares todavía menos accesibles que una arteria cerebral colapsada, como la que tenía Gacy desde que se cayera en el jardín de su casa cuando era niño y que, según algunos expertos, transformó su cerebro en una mente psicopática. Quizás el mal anide en las entrañas del alma de algunos hombres que parecen, pero sólo parecen, buenos.


No cabría otra forma de calificar a un ciudadano tan ejemplar como John. Era un eficaz hombre de negocios, dedicado plenamente a hacer crecer su empresa de albañilería y decoración, a cuidar de su casa, a amar a su segunda esposa y a cultivar las relaciones sociales. El tiempo libre siempre lo dedicaba a los demás: organizaba las fiestas vecinales más famosas del barrio, se vestía de payaso y amenizaba las tardes de los niños ingresados en el hospital local. Incluso fue tentado por la política y se presentó como candidato a concejal. Y lo habría llegado a ser si no se hubiera cruzado en su camino el joven Jeffrey Rignall y su tenaz lucha por la supervivencia.

El 22 de mayo de 1978, Rignall decidió salir a tomar unas copas en alguno de los bares del New Town de Chicago. Mientras paseaba, ya de noche, un coche le cortó el paso. Un hombre de mediana edad y peso excesivo se ofreció para llevarle a la zona de bares más famosa del lugar. Rignall, osado, despreocupado, acostumbrado a viajar haciendo auto stop y, sobre todo, harto de pasar frío, aceptó la invitación sin sospechar que aquel hombre, en un descuido, le iba a atacar desde el asiento del conductor y a taparle la nariz violentamente con un pañuelo impregnado de cloroformo.

Con el hígado reventado por el cloroformo


Lo siguiente que Rignall pudo recordar fue la imagen de su nuevo colega desnudo frente a él, exhibiendo una colección de objetos de tortura sexual y describiendo con exactitud cómo funcionaban y cuánto daño podrían llegar a producir. Rignall pasó toda la noche aprendiendo sobre sus propias carnes mancilladas una y otra vez la dolorosa teoría que su secuestrador iba explicando. A la mañana siguiente, el joven torturado despertaba bajo una estatua del Lincoln Park de Chicago, completamente vestido, lleno de heridas, con el hígado destrozado para siempre por el cloroformo, traumatizado… pero vivo.

(Gacy era un ciudadano ejemplar, un hombre eficaz para los negocios, buen esposo y hábil para socializar. En su tiempo libre, solía vestirse de payaso y entretener a los niños ingresados en el hospital local)

Tenía el triste honor de ser una de las pocas víctimas que escaparon a la muerte después de haber pernoctado en el salón de torturas de John Wayne Gacy. En sólo seis años, 33 jóvenes como él vivieron la misma experiencia, pero no pudieron contarlo. A veces, el camino hacia el mal es inescrutable, se esconde y aflora, parece evidente y vuelve a difuminarse. Toda la vida de Gacy resultó una constante sucesión de idas y venidas. Fue torpe en los estudios, se matriculó en cinco universidades y tuvo que abandonarlas todas; sin embargo, terminó su último intento de estudiar Ciencias Empresariales y se licenció con brillantez. Hasta llegó a ser un hábil hombre de negocios. Se enroló en cuantas asociaciones caritativas, cristianas y civiles pudo, pero mantuvo una oscura relación con su primera esposa, llena de altibajos y cambios de temperamento. Tuvo dos hijos a los que amó y respetó, sin que eso nublara un ápice su eficacia para atraer y matar a otros adolescentes. Resulta, incluso, paradójico que un hombre obeso y aquejado de graves problemas en la espalda fuera capaz de atacar, maltratar, matar y enterrar a jóvenes llenos de vigor. Pero lo hizo una y otra vez, hasta en 33 ocasiones. Y sigue la cosa, si queréis leer más entrad en la web amiga.

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